martes, 13 de marzo de 2007

A favor de los buenos monstruos.


En un nivel primario de conciencia suele asociarse la imagen del monstruo a la de un ser maligno. Aunque la representación gráfica de un monstruo no nos aporte elementos objetivos para inferir su forma de sentir y subsistir, el simple hecho de percibir una figura viva desconocida y diferente a nosotros, nos predispone y nos hace manifestar repugnancia; por lo general, reaccionamos inmediatamente imaginado que sus rasgos físicos corresponden a la maldad. Si el monstruo, por ejemplo, nos parece una culebra venenosa, lo interpretamos exactamente como tal y lo juzgamos según nuestros miedos sin darle la oportunidad virtual de expresar su particularidad. Si el monstruo tiene un tipo de ojos que antes no hemos asociado con la bondad, entonces esos ojos serán juzgados como malignos. Aunque la figura en cuestión no parezca demostrar una conducta objetivamente ofensiva, la hemos asociado culturalmente a la inferioridad y tendemos a pensar que siempre habrá razones para temerle, negándole así la posibilidad imaginaria de desmentir ese juicio. Tal vez esto ocurra, porque al natural miedo a lo desconocido hay que sumarle que la industria del espectáculo nos ha "vendido" la idea de que los monstruos son malvados. Casi siempre nos los pintan como criaturas nocivas que ponen en peligro a la humanidad.


Pero en realidad un monstruo no es necesariamente malo o inferior, es apenas un ser diferente. Los monstruos sólo tienen como condición inequívoca que son otra forma de vida. Utilizan para comunicarse códigos particulares.


Algunos “monstruos” reales (los que no son producto de la imaginación creativa de un dibujante o artista, sino que son por ejemplo especies submarinas o insectívoras) demuestran, a la luz de las investigaciones, que sus “rarezas” no están necesariamente unidas a conductas agresivas. Muchas especies que consideramos monstruos peligrosos por su apariencia desconocida, son en realidad extremadamente pacíficas. Simplemente pertenecen a un hábitat ajeno al nuestro y lo que nosotros interpretamos como armas ofensivas son sólo particularidades de su especie y en algunos casos parte de un fenotipo que incorpora estrategias defensivas.


...Hasta los monstruos del mundo de la fantasía merecen una concesión. La imaginación nos debe permitir acercarnos a lo desconocido y respetar la diversidad. ¿Por qué huir a priori de los monstruos? ¿por qué suponer que nos quieren destruir o dañar? ¿por qué atacarlos o intentar someterlos? ...Si desconocemos la singularidad de esos seres diferentes y sus códigos de comunicación ¿por que no darnos la oportunidad de descubrirlos y tal vez maravillarnos? Compartir las diferencias puede ser muy gratificante y enriquecedor.




One Last Time de Steven Stahlberg


Abrirnos a las diferencias es un acto de liberación.


En primer lugar nos liberamos de un estado básico de conciencia en el que reaccionamos sin razonar; nos liberamos de las barreras, muchas veces artificiosas, que se crean a partir de la desconfianza natural hacia lo desconocido; nos liberamos del encerramiento en el que nos colocan nuestros prejuicios. En segundo lugar, cuando nos abrimos a las diferencias, nos liberamos de las trampas que usa el aparato ideológico de la estructura dominante, para mantenernos cautivos de la racionalidad mediante la cual todo aquello que potencialmente se diferencie de su “ideal establecido”, debe ser reprimido, rechazado, temido, menospreciado o satanizado.


Si reflexionamos con cuidado, nos daremos cuenta que esa es la fórmula bajo la cual una época ha estado signada por las injusticias: Cualquier diferencia al orden establecido ha sido condenada a ser interpretada como un monstruo de connotaciones malignas, inferiores o peligrosas.


El machismo: no es más que la evidencia de que un poder establecido originalmente por hombres ha considerado a las mujeres monstruos inferiores y débiles por el solo hecho de ser diferentes a ellos.

El racismo: es la evidencia de que un poder establecido por una raza determinada, ha considerado a otra raza un monstruo indigno por el hecho de ser diferente.

La discriminación a homosexuales, lesbianas, y demás personas que optan por una decisión particular con respecto al sexo o al género: es la evidencia de que un poder establecido por una cultura cerrada y patriarcal, ha considerado la diversidad un monstruo antinatural, por el hecho de representar un pensamiento y un sentir diferente.

La discriminación a las personas con discapacidad, a las personas de edad muy avanzada o las personas de poca edad: es la evidencia de que un poder establecido por adultos en condiciones óptimas y edad “productiva” ha considerado al resto de las personas, monstruos inútiles o molestos por el hecho de tener necesidades diferentes.

La discriminación a los pobres: es la evidencia de que un poder establecido por ricos ha considerado a los demás, monstruos despreciables por el hecho de estar en condiciones diferentes.

Las guerras: no son más que la evidencia de que un poder, establecido sobre la base de interese económicos o religiosos, ha considerado a otro poder un monstruo peligroso, por el hecho de ser diferente y representar una competencia.

La destrucción del planeta: evidencia que un grupo de seres humanos se cree superior y considera al resto de la naturaleza un monstruo subyugable...

El salvaje capitalismo: no es más que la evidencia de que un poder, establecido por fuertes y dominadores, ha considerado a los débiles, monstruos dependientes y domesticables por el hecho de estar en condiciones diferentes y desventajosas.


...Pero la realidad que a fuerza de resistencias y luchas queda demostrada, es que las mujeres, las personas de cualquier raza, etnia o región ancestralmente oprimida, las personas que practican cualquier variante de la sexo-género diversidad, las personas adultas mayores, los niños, las niñas, los adolescentes, los pobres, los y las que respetamos a los animales y al resto de la naturaleza; los y las socialistas que creemos que es posible construir un mundo libre sustentado en el amor y la solidaridad, y en general los y las que no comulgamos con las doctrinas impuestas y para vencerlas proponemos formas novedosas de pensamiento: no somos monstruos inferiores o malignos como muchas veces se nos ha querido etiquetar desde los mecanismos ideológicos del poder tradicional. Somos apenas seres diferentes. Somos otra forma de vida. Somos monstruos bellos y buenos. Utilizamos para comunicarnos códigos particulares...


..Si eres de los que aún desconoce nuestra singularidad y nuestros códigos ¿por que no te das la oportunidad de conocernos y maravillarte? Compartir las diferencias puede ser muy gratificante y enriquecedor para todos.

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sábado, 10 de marzo de 2007

A propósito de la revolución.


La revolución es cotidiana como un cafecito y difícil como la adolescencia mas terrible. Implica dar sentido y coherencia a nuestras vidas a través de una práctica social fundamentada en el amor, el respeto y la solidaridad. Esas tres palabras, que siempre suenan muy bonitas, no suelen ser fáciles de llevar a cabo, pues crecimos en una sociedad que solapadamente siempre legitimó la competencia, el individualismo, las desigualdades y hasta la violencia. Crecimos interiorizando prácticas perversas de la lógica capitalista. Muchos las interiorizamos sin malicia, las aceptamos de forma natural sin percatarnos de que son producto de un mecanismo que atenta contra la vida.


Según la típica mentalidad capitalista, la competencia estimula la superación; la pobreza es inevitable y directamente proporcional a la flojera; el consumo es siempre gratificante y da sentido a la existencia; el egoísmo es inherente a la raza humana y por ende inmodificable; la lucha por el bien individual repercute en el bienestar colectivo; el amor es solo para quien lo merece; la paz sólo para quien se la gana a fuerza, incluso, de guerra. Todas esas premisas degeneran irremediablemente en una sociedad caótica. No porque sean premisas falsas, pues sin duda encierran una visión argumentable de la realidad, sino porque en el fondo esas premisas no están basadas en el genuino amor, en el respeto y en la solidaridad. Representan el camino mas fácil hacia la degeneración de las relaciones que mantenemos con nuestro propio ser, con nuestros semejantes y con el entorno. Bastaría hacer un breve esfuerzo mental para percatarnos, con abundantes demostraciones, de que las premisas mencionadas bajo las cuales hemos estado culturalmente regidos, se van deformando en la práctica cotidiana hasta dar lugar a conductas o actitudes que, con o sin intención, impiden el desarrollo de la vida humana plena. Así por ejemplo podemos llegar a vivir en una constante lucha por ganar frente a la pérdida de un contrincante; podemos llegar a aceptar la injusta distribución de las riquezas como un hecho justo e inexorable; podemos defender el discurso y los intereses de aquellos sectores que nos dominan o nos explotan; llegamos a desear objetos más que vivencias; ponemos los intereses particulares por encima de cualquier cosa, incluso de los intereses ecológicos del planeta; subordinamos las relaciones humanas a la necesidad de dinero; discriminamos, nos endurecemos, perdemos la capacidad de escuchar al otro, nos hacemos insensibles a las emociones ajenas.


La lógica capitalista también pone a la orden de la sociedad sentimientos como la “lástima” y la “compasión”. Hay una gran diferencia entre la solidaridad del socialismo y la compasión del capitalismo. La compasión, entendida como sentimiento de conmiseración frente a la pobreza, sitúa al que la siente en una posición ficticia de poder, pues acallando todo sentimiento de culpa y ejerciendo una supuesta posición de superioridad, el compasivo puede “ayudar” al que se encuentra más débil sin involucrarse con las causas de su debilidad. Por el contrario la solidaridad implica una relación comprometida y recíproca entre personas que buscan superar las causas de las circunstancias adversas que afectan el bienestar de todos; la solidaridad se basa en un sentimiento genuino de amor por el otro, al que se le conoce y se le respeta.


...Esta pequeña reflexión es apenas un llamado a mantener un constante esfuerzo por “desaprender” la herencia capitalista de nuestro vocabulario y de nuestro imaginario social, político y cultural. Existen adversarios del socialismo que basan sus críticas en miedos (si los miedos son fundados o infundados es tema de otra reflexión). Existen adversarios necesarios que nos otorgan equilibrio y nos hacen rectificar. También existen adversarios que al criticar sólo ponen en evidencia su ignorancia frente al tema y su lastimosa alienación. Pero creo que los adversarios mas dañinos son aquellos que llamándose a si mismos socialistas y estando llenos de supuesto ímpetu revolucionario, no hacen un esfuerzo cotidiano por cuestionar sus propias actitudes arraigadas en la nociva "visión del mundo" que han heredado. La revolución es, sobre todo, otorgarle un nuevo sentido ético a la existencia.


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