jueves, 11 de mayo de 2017

¿QUÉ PASA EN VENEZUELA?



En Venezuela estamos atravesando una crisis que abarca varios ámbitos de la realidad: el ámbito de la economía, el de la política, el social, el cultural, e incluso, el ámbito espiritual. Si preguntas a un opositor común y corriente cuál es la causa de esta crisis te responderá, invariablemente: “La causa es la ineficiencia de Nicolás Maduro y su gobierno chavista”.

Como la pregunta va dirigida a mí, tengo el deber de extenderme para explicarte que, según mi opinión, la causa es mucho más compleja, y no se debe eludir hablar de ella y analizar su profundidad. Para no dar vueltas y esbozarlo en términos concretos: el desabastecimiento de alimentos y medicinas, así como la inflación y la creciente inseguridad, responden a una compleja cadena causal en la que los errores del gobierno son apenas una parte del entramado. No se debe desconocer el resto de las variables que han provocado la crisis económica, pues, de hacerlo, cualquier propuesta de solución será terriblemente injusta y errónea.

De igual manera es necesario aclarar, antes de entrar a desarrollar argumentos, que la crisis política y la violencia callejera que hemos vivido recientemente, no se debe utilizar como argumento para intentar salir del actual gobierno por medios anticonstitucionales. Las lamentables muertes que han ocurrido, las detenciones y la presencia de lesionados, no son consecuencia de un lineamiento gubernamental, ni de un macabro plan del gobierno con el fin de mantenerse en el poder.  Afirmar que el gobierno y las fuerzas de seguridad del Estado mantienen una actitud represiva frente a los ciudadanos pacíficos, es caer en una tergiversación de los hechos que impide el razonamiento profundo de los momentos históricos que atravesamos[1].

El caos que se ha producido en la capital de la República y en algunas calles de otros estados del país, no es causado por la represión del Estado sobre los manifestantes; el caos es consecuencia de factores extremos: factores a los que conviene la violencia. ¿A quienes conviene la violencia? Obviamente al Gobierno no; a los manifestantes pacíficos de la oposición no; a los manifestantes pacíficos del chavismo no; a las fuerzas de seguridad del Estado no; a cualquier persona que desee un cambio positivo para la población venezolana, no. La violencia conviene a los factores extremos. ¿Quiénes son los factores extremos? Son aquellos que no permiten la disidencia. La evidencia histórica nos indica que los factores extremos pueden ser de derecha, de izquierda, o pueden no tener ninguna ideología (por ejemplo los grupos delincuenciales). Los factores extremos, también, pueden tener influencias nacionales o internacionales, civiles o militares.  Los factores  extremos no dudan nunca de que están haciendo lo correcto aunque se impongan a la voluntad de los demás.

Si la oposición venezolana justifica, estimula y avala la violencia, ella pertenece o está vinculada a factores extremos: No aceptará nunca alguna disidencia. Si tú mismo, seas de la tendencia política que seas, justificas, estimulas, avalas o ejerces la violencia, te has convertido en un fanático, intolerante, que no aceptará soluciones consensuadas. Puede que justifiques tu actitud argumentando que te defiendes de otros extremistas de la ideología contraria, pero entonces has caído en la trampa de aquellos que han inoculado en ti un odio venenoso y visceral que no te deja ver que hay una parte de la realidad que piensa diferente a ti, puede dialogar, y merece respeto.  

Empecemos por allí. La oposición debe dejar de profesar que el Chavismo es una masa de borregos sin criterio. Asimismo, ningún defensor del proyecto socialista debe etiquetar a los opositores con adjetivos peyorativos. Los líderes de oposición y del gobierno deben dejar de exacerbar las tensiones y alimentar la prepotencia de sus seguidores. Y es necesario hacer un énfasis en la necesidad de que la dirigencia opositora deje de propiciar el caos. Ese caos solo busca la desestabilización para tomar el poder a la fuerza. Y lo que todas y todas debemos tener presente es que el peligro de tal desestabilización, o de la toma forzada del poder, es que eso degenere en una guerra civil de largo desarrollo, que sobrepasa en mucho al malestar que ya hemos comenzado a vivir.

¿La actuación gubernamental es impecable? No. ¿El proceso revolucionario está exento de errores? Al contrario, está lleno de ellos. Para mencionar algunos, he de repetir algo que se encuentra reflejado en casi todos los artículos políticos de este blog: Muy lamentablemente el gobierno no ha logrado que su planteamiento ideológico sea coherente con la práctica de algunos grupos que detentan el poder, ni con el desarrollo de una nueva institucionalidad. En la práctica, a través de los medios de comunicación o en el quehacer diario, se observan situaciones desagradables que van desde conductores de la política que ostentan actitudes y discursos autoritarios o clientelares; pasando por medidas que ponen en entredicho la distribución del poder social, hasta estrategias efectistas e inmediatistas que no terminan de impulsar el desarrollo de las potencialidades económicas y culturales de la nación. Igualmente, muchos de los que defendemos el proceso revolucionario, nos damos cuenta que existen deficiencias generalizadas en la planificación y ejercicio de los mecanismos de seguimiento y control.

Nada de esto es mentira. Y es verdad que es urgente impulsar mecanismos para corregir tales desviaciones. No obstante, el mayor problema de la dirigencia opositora actual es que, tal como lo afirma el primer párrafo de este articulo, reducen la solución al cambio inmediato de Presidente y al exterminio de un proyecto político que, pese a los obstáculos, errores o  debilidades, ha alcanzado el complejo logro de reconocer y favorecer a esa parte de la población que históricamente ha cargado el peso completo de la pobreza y la exclusión.  

De modo que, en su afán por arrasar con el Presidente y el proyecto político, la dirigencia opositora ha usado la vil estrategia de dificultar e invisibilizar los logros del gobierno, asi como enfatizar y agravar sus errores, hasta provocar una situación insostenible. La derecha nacional e internacional ha desatado  una campaña de asedio y desestabilización que ya tiene muchos años gestándose y manifestándose, y que hoy pone en riesgo, no solo la posibilidad de la democracia, sino la vida y la integridad de venezolanos y venezolanas.

La población que quiere un cambio positivo para Venezuela, sea de la tendencia política que sea, no puede cerrar los ojos al hecho de que la crisis que hemos estado padeciendo, tiene influencias mucho más profundas que “Nicolás Maduro y el proyecto socialista”. Si se quiere criticar al Presidente o al gobierno debe ser con argumentos serios y no con falacias de inducción deficiente que apelan a juicios clasistas como: “el tipo es un obrero, un chofer de autobús”, ni con falacias de presuposición como “el tipo es colombiano”. Y además de criticar a la dirigencia hay que incorporar en el debate, por ejemplo, que la caída de los precios del petróleo es uno de los principales elementos que ha afectado nuestra economía y ha reducido el margen de maniobra del Estado al limitar su presupuesto público. Hay que reconocer que detrás del desabastecimiento, hay una larga cadena de causas que va desde el provocado encarecimiento de créditos internacionales, hasta las sanciones a quienes quieren invertir en Venezuela. Hay que analizar las múltiples razones estructurales que nos mantienen siendo un país rentista con deficiencias en la producción nacional. Hay que incorporar en el sistema de críticas, aquellas dirigidas a los sectores que, de forma espontánea o planificada y sin tener ideología ni cargos gubernamentales, drenan los recursos del estado mediante operaciones en el exterior, mediante el bachaqueo, o  mediante la usura y la especulación de los precios. Por último, hay que hacer una fuerte revisión interior para identificar en nosotros mismos algunas causas del estancamiento social,  institucional  y relacional en el que hemos caído.

Por otro lado, es legítimo que los sectores de oposición, o los sectores afectos al proyecto revolucionario, denuncien o combatan indicios de enquistamientos partidistas en el gobierno. Es apropiado que todas y todos estemos alerta ante la generación de monopolios de poder, pero entonces ¿es coherente denunciar o combatir tales desviaciones y al mismo tiempo negarse reiteradamente a la posibilidad del diálogo? ¿Ha sido coherente que la oposición enuncie como bandera que “no se trata de tener elecciones, sino de salir del régimen”? ¿Es coherente denunciar un supuesto autoritarismo y, en un momento de agudas tensiones callejeras, rechazar automáticamente una constituyente que, bien llevada, podría permitir la expresión de las divergencias y la diversidad?

Se puede entender que haya desesperación en algunos sectores. Es respetable, incluso, que haya miedo, desesperanza o resistencia a ejercer la participación. Es reconocible también que algunos representantes del gobierno, al igual que los factores extremos de la derecha, se muestran retisentes a la disidencia. Pero el dato clave para no dejar de actuar constructivamente es que el lineamiento gubernamental que prevalece, apuesta constantemente a la construcción colectiva y al reconocimiento de todas y todos como seres humanos pensantes.

También  está demostrado que, hasta ahora, la mayoría de los venezolanas y venezolanos queremos la Paz y la democracia. Pese al constante bombardeo emocional al que hemos estado sometidos (cuando nos cuesta conseguir las medicinas, cuando no encontramos el tipo de alimentos al que nos habían acostumbrado, cuando el costo de la vida parece insostenible, cuando han debilitado nuestros vínculos familiares al someternos a una campaña de terror y odio) la mayoría seguimos creyendo en el amor, en la paz, en la creación artística como elemento curador, en el desarrollo del pensamiento crítico, en la participación como motor de los cambios sociales, en la solidaridad, en la construcción de alternativas culinarias, en el despliegue de nuestras propias potencialidades como seres pensantes y sintientes.

Entonces, para cerrar la respuesta a tu pregunta: No es fácil lo que estamos viviendo en Venezuela. La situación actual puede llevar a enfatizar los errores que ha cometido la oposición y el gobierno, o puede llevar a la resolución progresiva y mancomunada de los mismos.  Es nuestra decisión colectiva si optamos por la violencia, la desinformación y las salidas extremas, u optamos por la paz, la rectificación y las soluciones trabajadas a pulso desde nuestros espacios de vida. La búsqueda de la justicia y de la felicidad es, en gran parte, el desafío que puede transformarnos en mejores seres humanos.

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[1] La tergiversación de los hechos noticiosos se produce debido a varios factores, de los cuales solo enunciaré dos: 1) los laboratorios mediáticos que sueltan noticias a través de los medios de información y comunicación, suelen presentar información sesgada y descontextualizada (cuando no falsa) que impide que conozcamos que existe una parte de la población opositora que no manifiesta pacíficamente, sino que agrede violenta y sistemáticamente a las instituciones del Estado, a los símbolos que representan logros de las políticas públicas (como el Centro Materno Infantil Hugo Chávez) e incluso, a los guardias y policías que solo tienen la orden de resguardar la seguridad de la otra parte de la población que no quiere manifestar de esa manera. Igualmente los medios suelen omitir las muertes y los daños que ha sufrido la parte de la población que no comulga con la oposición. 2) La otra causa de la tergiversación de las noticias es que gran parte de la población venezolana aun no ha desarrollado un pensamiento crítico que le permita analizar la información y constatar su veracidad, antes de replicarla por las redes sociales.

María Helena Heredia Flores, Mayo, 2017