En
Venezuela estamos atravesando una crisis que abarca varios ámbitos de la
realidad: el ámbito de la economía, el de la política, el social, el cultural, e
incluso, el ámbito espiritual. Si preguntas a un opositor común y corriente
cuál es la causa de esta crisis te responderá, invariablemente: “La causa es la
ineficiencia de Nicolás Maduro y su gobierno chavista”.
Como
la pregunta va dirigida a mí, tengo el deber de extenderme para explicarte que,
según mi opinión, la causa es mucho más
compleja, y no se debe eludir hablar de ella y analizar su profundidad. Para
no dar vueltas y esbozarlo en términos concretos: el desabastecimiento de
alimentos y medicinas, así como la inflación y la creciente inseguridad,
responden a una compleja cadena causal en la que los errores del gobierno son
apenas una parte del entramado. No se
debe desconocer el resto de las variables que han provocado la crisis económica,
pues, de hacerlo, cualquier propuesta de solución será terriblemente injusta y
errónea.
De igual manera es necesario aclarar,
antes de entrar a desarrollar argumentos, que la crisis política y la violencia callejera que hemos vivido
recientemente, no se debe utilizar como argumento para intentar salir del
actual gobierno por medios anticonstitucionales. Las lamentables muertes
que han ocurrido, las detenciones y la presencia de lesionados, no son
consecuencia de un lineamiento gubernamental, ni de un macabro plan del
gobierno con el fin de mantenerse en el poder.
Afirmar que el gobierno y las fuerzas de seguridad del Estado mantienen
una actitud represiva frente a los ciudadanos pacíficos, es caer en una
tergiversación de los hechos que impide el razonamiento profundo de los
momentos históricos que atravesamos[1].
El caos que se ha producido en la
capital de la República y en algunas calles de otros estados del país, no es
causado por la represión del Estado sobre los manifestantes; el caos es consecuencia de factores extremos: factores a los que
conviene la violencia. ¿A quienes conviene la violencia? Obviamente al Gobierno
no; a los manifestantes pacíficos de la oposición no; a los manifestantes
pacíficos del chavismo no; a las fuerzas de seguridad del Estado no; a cualquier
persona que desee un cambio positivo para la población venezolana, no. La
violencia conviene a los factores extremos. ¿Quiénes son los factores extremos? Son aquellos que no permiten la
disidencia. La evidencia histórica nos indica que los factores extremos
pueden ser de derecha, de izquierda, o pueden no tener ninguna ideología (por
ejemplo los grupos delincuenciales). Los factores extremos, también, pueden
tener influencias nacionales o internacionales, civiles o militares. Los factores
extremos no dudan nunca de que están haciendo lo correcto aunque se
impongan a la voluntad de los demás.
Si la oposición venezolana justifica, estimula y avala la violencia,
ella pertenece o está vinculada a factores extremos: No aceptará nunca alguna
disidencia. Si tú mismo, seas de la tendencia política que seas, justificas,
estimulas, avalas o ejerces la violencia, te has convertido en un fanático,
intolerante, que no aceptará soluciones consensuadas. Puede que justifiques tu
actitud argumentando que te defiendes de otros extremistas de la ideología
contraria, pero entonces has caído en la trampa de aquellos que han inoculado
en ti un odio venenoso y visceral que no te deja ver que hay una parte de la
realidad que piensa diferente a ti, puede dialogar, y merece respeto.
Empecemos por allí. La oposición debe
dejar de profesar que el Chavismo es una masa de borregos sin criterio.
Asimismo, ningún defensor del proyecto socialista debe etiquetar a los
opositores con adjetivos peyorativos. Los líderes de oposición y del gobierno
deben dejar de exacerbar las tensiones y alimentar la prepotencia de sus
seguidores. Y es necesario hacer un énfasis en la necesidad de que
la dirigencia opositora deje de propiciar el caos. Ese caos solo busca la desestabilización para tomar el poder a la
fuerza. Y lo que todas y todas debemos tener presente es que el peligro de tal desestabilización, o de la toma forzada del poder, es que eso
degenere en una guerra civil de largo desarrollo, que sobrepasa en mucho al malestar que ya hemos comenzado a vivir.
¿La actuación gubernamental es
impecable? No. ¿El proceso revolucionario está exento de errores? Al contrario,
está lleno de ellos. Para mencionar algunos, he de repetir algo que se
encuentra reflejado en casi todos los artículos políticos de este blog: Muy
lamentablemente el gobierno no ha logrado que su planteamiento ideológico sea
coherente con la práctica de algunos grupos que detentan el poder, ni con el
desarrollo de una nueva institucionalidad. En la práctica, a través de los
medios de comunicación o en el quehacer diario, se observan situaciones
desagradables que van desde conductores de la política que ostentan actitudes y
discursos autoritarios o clientelares; pasando por medidas que ponen en
entredicho la distribución del poder social, hasta estrategias efectistas e
inmediatistas que no terminan de impulsar el desarrollo de las potencialidades
económicas y culturales de la nación. Igualmente, muchos de los que defendemos
el proceso revolucionario, nos damos cuenta que existen deficiencias
generalizadas en la planificación y ejercicio de los mecanismos de seguimiento
y control.
Nada de esto es mentira. Y es verdad
que es urgente impulsar mecanismos para corregir tales desviaciones. No
obstante, el mayor problema de la dirigencia opositora actual es que, tal como
lo afirma el primer párrafo de este articulo, reducen la solución al cambio
inmediato de Presidente y al exterminio de un proyecto político que, pese a los
obstáculos, errores o debilidades, ha alcanzado el complejo logro de reconocer y favorecer a esa
parte de la población que históricamente ha cargado el peso completo de la
pobreza y la exclusión.
De modo que, en su afán por arrasar
con el Presidente y el proyecto político, la dirigencia opositora ha usado la
vil estrategia de dificultar e invisibilizar los logros del gobierno, asi como enfatizar y agravar sus errores, hasta provocar una situación insostenible. La derecha nacional
e internacional ha desatado una campaña
de asedio y desestabilización que ya tiene muchos años gestándose y
manifestándose, y que hoy pone en riesgo, no solo la posibilidad de la
democracia, sino la vida y la integridad de venezolanos y venezolanas.
La población que quiere un cambio
positivo para Venezuela, sea de la tendencia política que sea, no puede cerrar
los ojos al hecho de que la crisis que hemos estado padeciendo, tiene
influencias mucho más profundas que “Nicolás Maduro y el proyecto socialista”. Si
se quiere criticar al Presidente o al gobierno debe ser con argumentos serios
y no con falacias de inducción deficiente que apelan a juicios clasistas como:
“el tipo es un obrero, un chofer de autobús”, ni con falacias de presuposición
como “el tipo es colombiano”. Y además de criticar a la dirigencia hay que
incorporar en el debate, por ejemplo, que la caída de los precios del petróleo
es uno de los principales elementos que ha afectado nuestra economía y ha
reducido el margen de maniobra del Estado al limitar su presupuesto público.
Hay que reconocer que detrás del desabastecimiento, hay una larga cadena de
causas que va desde el provocado encarecimiento de créditos internacionales,
hasta las sanciones a quienes quieren invertir en Venezuela. Hay que analizar
las múltiples razones estructurales que nos mantienen siendo un país rentista
con deficiencias en la producción nacional. Hay que incorporar en el sistema de
críticas, aquellas dirigidas a los sectores que, de forma espontánea o
planificada y sin tener ideología ni cargos gubernamentales, drenan los
recursos del estado mediante operaciones en el exterior, mediante el bachaqueo,
o mediante la usura y la especulación de
los precios. Por último, hay que hacer una fuerte revisión interior para
identificar en nosotros mismos algunas causas del estancamiento social, institucional
y relacional en el que hemos caído.
Por otro lado, es legítimo que los
sectores de oposición, o los sectores afectos al proyecto revolucionario, denuncien
o combatan indicios de enquistamientos partidistas en el gobierno. Es
apropiado que todas y todos estemos alerta ante la generación de monopolios de
poder, pero entonces ¿es coherente denunciar o combatir tales desviaciones y al
mismo tiempo negarse reiteradamente a la posibilidad del diálogo? ¿Ha sido
coherente que la oposición enuncie como bandera que “no se trata de tener
elecciones, sino de salir del régimen”? ¿Es coherente denunciar un supuesto
autoritarismo y, en un momento de agudas tensiones callejeras, rechazar
automáticamente una constituyente que, bien llevada, podría permitir la
expresión de las divergencias y la diversidad?
Se puede entender que haya
desesperación en algunos sectores. Es respetable, incluso, que haya miedo,
desesperanza o resistencia a ejercer la participación. Es reconocible también que algunos representantes del gobierno, al igual que los factores extremos de la derecha, se muestran retisentes a la disidencia. Pero el dato clave para no dejar de actuar constructivamente es que el lineamiento gubernamental que
prevalece, apuesta constantemente a la construcción colectiva y al reconocimiento de todas y
todos como seres humanos pensantes.
También está demostrado que, hasta ahora, la mayoría
de los venezolanas y venezolanos queremos la Paz y la democracia. Pese al constante
bombardeo emocional al que hemos estado sometidos (cuando nos cuesta conseguir
las medicinas, cuando no encontramos el tipo de alimentos al que nos habían
acostumbrado, cuando el costo de la vida parece insostenible, cuando han
debilitado nuestros vínculos familiares al someternos a una campaña de terror y
odio) la mayoría seguimos creyendo en el amor, en la paz, en la creación
artística como elemento curador, en el desarrollo del pensamiento crítico, en
la participación como motor de los cambios sociales, en la solidaridad, en la construcción de
alternativas culinarias, en el despliegue de nuestras propias potencialidades
como seres pensantes y sintientes.
Entonces, para cerrar la respuesta a
tu pregunta: No es fácil lo que estamos viviendo en Venezuela. La situación actual
puede llevar a enfatizar los errores que ha cometido la oposición y el
gobierno, o puede llevar a la resolución progresiva y mancomunada de los mismos. Es nuestra decisión colectiva si optamos por
la violencia, la desinformación y las salidas extremas, u optamos por la paz, la rectificación y las soluciones
trabajadas a pulso desde nuestros espacios de vida. La búsqueda de la justicia y de la felicidad es, en gran parte, el desafío
que puede transformarnos en mejores seres humanos.
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[1] La tergiversación de los
hechos noticiosos se produce debido a varios factores, de los cuales solo
enunciaré dos: 1) los laboratorios mediáticos que sueltan noticias a través de
los medios de información y comunicación, suelen presentar información sesgada
y descontextualizada (cuando no falsa) que impide que conozcamos que existe una
parte de la población opositora que no manifiesta pacíficamente, sino que
agrede violenta y sistemáticamente a las instituciones del Estado, a los
símbolos que representan logros de las políticas públicas (como el Centro
Materno Infantil Hugo Chávez) e incluso, a los guardias y policías que solo
tienen la orden de resguardar la seguridad de la otra parte de la población que
no quiere manifestar de esa manera. Igualmente los medios suelen omitir las
muertes y los daños que ha sufrido la parte de la población que no comulga con
la oposición. 2) La otra causa de la tergiversación de las noticias es que gran
parte de la población venezolana aun no ha desarrollado un pensamiento crítico
que le permita analizar la información y constatar su veracidad, antes de
replicarla por las redes sociales.
María Helena Heredia Flores, Mayo, 2017