Para pasar esa página, tuve que pedirle el favor a setenta hormigas podadoras y hacerles creer que la hoja no era de papel sino de árbol. Les dije que se trataba de una especie de hoja blanca cuyos retorcidos garabatos en negro eran la savia interna que le daba un exquisito sabor a hoja de mango. Les di permiso para que la cortaran por el borde interior del cuaderno y se la llevaran a su almacén de alimentos.
Nunca esperamos que la hoja fuera comestible,
pero pensamos que eras poeta…
¡ESTAFADORA!
Lloré durante unos minutos apenada por mi incapacidad para cautivar a través de la escritura, pero cuando sin conciencia me llevé la nota a la boca, me sobresaltó el delicioso sabor de la hoja y me la comí con un gusto nunca antes experimentado.
Desde entonces voy al parque todos los días a cambiar hojas de libros famosos (que nunca son escritos por mi), por hojas de mango.
El texto de esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
4 comentarios:
bello, maravilloso, profundo, sensible.
Que bueno!!, intenta regalarles una hoja de Las Venas Abiertas de America Latina, a lo mejor te regalan una hoja de Coca :)
Russo, mil gracias por alentarme siempre!!! ...y Alejandro, gracias por las buenas ideas! me he reido un buen rato con tu comentario genial! Estas clarísimo!
Malena.
Para satisfacer la curiosidad de Alejando, en mi blog hago un analisis sobre la coca.
Por cierto, el mismo material del papel es el mismo de las hojas comunes y corrientes.
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