martes, 17 de abril de 2007

La naturaleza de mis deseos.


Tus dedos de artesano se mueven por mi cuerpo
como si fueran peces dentro del mar abierto
y me gusta besarte y sentir que me besas
nuestras lenguas son olas que viajan y regresan.



Siento que soy la fruta que se pierde en tu boca
o las hojas de un árbol que caen y t
e tocan.
Atrapada en tus brazos que son enredaderas
soy el arbusto dócil de húmeda m
adera.



Al igual que el arroyo se convierte en cascada
mi alma caudalosa se siente desbordada
y así cuando yo tengo la humedad de las nube
s
tu sientes en el cuerpo una lluvia q
ue sube.



Como un rayo de luz descubre lo escondido
te metes en mi cuerpo e invades mis sentidos.
Penetras como gotas de lluvia en fresca tierra
como olas y espuma hundiéndose en la arena.



Siento entonces que soy la neblina y te tengo
¿o eres tu la neblina y yo en ti me su
merjo?.
Lo cierto es que al mezclar tu cuerpo con el mío
dos almas abrazadas se lanzan al vacío.



Ilustraciones:

Pintura N° 1= Playa, Rafael Araujo (Venezuela)
Pintura N°2= Paisaje, Mauricio Rizo (Nicaragua)
Pintura N°3= Nombre de la obra y Autor desconocidos
Pintura N°4= Amanecer en el Pozo Ramiro, Armando Reverón (Venezuela)
Pintura N°5= Follaje y Neblina, Hector Campos (Costa Rica)


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domingo, 1 de abril de 2007

Una rosa en doce, doce rosas en una.


Mirada desde el jardín, bajo los claros rayos de un sol en el oeste, la rosa era de un rojo muy intenso. Desde la ventana de vidrios azules a través de la cual miraba aquella niña, la misma rosa era morada. Para los ojos daltónicos de su padre era del color del tallo que la sostenía. Para la vecina que había quedado ciega era blanca como la luz tocada suavemente. Mirada en la noche aquella rosa era negra como la noche misma. En mi recuerdo era azul como el agua de un mar ondulado que palpita desde su centro. Mirada por el perro la flor era de un color que aun no tiene nombre. Nombrada solamente era rosada. Mirada en su vegetal vejez era todavía como una copa de vino tinto. Para el orfebre enamorado de quien la había sembrado, la rosa era plateada. Para el pintor que la evocaba ¡era de tantos colores! ¡de tantos amarillos!. Para el loco de la cuadra la rosa era un nido de mariposas púrpuras dormidas y abrazadas.




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